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Historia de un coach: Autocontrol y equilibrio o como decir las cosas sin crearse conflictos y enemigos (segunda sesión de coaching)


Pasadas tres semanas, Ricardo y Pedro volvieron a verse para continuar con el proceso de coaching. Era la misma sala, la misma hora, la misma forma de entrar de Pedro, como un gran gorila. También se sentaron exactamente en la misma posición, uno frente al otro sin la mesa como obstáculo, y junto a los grandes ventanales de la sala
Antes de este encuentro, habían intercambiado varios e-mails. Pedro parecía haber encajado muy bien con Ricardo y le contaba con toda confianza sus dudas y los errores que fue cometiendo durante esas tres semanas. Que si un correo incendiario del que se arrepintió a los cinco minutos de enviarlo, que si una bronca a uno de sus colaboradores, que si un conflicto telefónico con un colega de otro departamento. Ricardo valoraba muy positivamente que Pedro estuviera tomando mucha conciencia de sus errores, y a través de preguntas por e-mail le invitaba a reflexionar sobre las consecuencias de esos errores. Pedro recibía todos sus comentarios y preguntas de forma muy positiva, así que la relación se había convertido en muy fluida y frecuente.
- Ya te conté que estoy casado, y que tengo dos hijos.- Sí, lo sé.- El coach no entendía este comentario, estaba realmente perdido.- Bueno…pues, es que tengo una amante.



Pedro se había comprometido a parar y pensar durante 5 minutos cómo quería comportarse ante cualquier conversación conflictiva que tuviera que afrontar. Esta breve parada le había servido sólo en una ocasión para ir con más calma y resolver la conversación con el responsable de pymes del banco de forma más civilizada de lo habitual. Pero en otras ocasiones esa parada no le había servido.
Había ido con muy buenas intenciones, pero rápidamente se dejaba llevar por la ira y terminaba gritando y generando un conflicto. Pero al menos, según pensaba su coach Ricardo, ya estaba planteando una acción concreta para controlar su temperamento, y además le había funcionado una vez. Era un pequeño éxito, según Ricardo, al cual debía darle mucha importancia.
Pedro no lo veía así, pero como confiaba plenamente en su coach, lo aceptó. Como decía, estaban los dos en la sala de nuevo, tres semanas después, y Ricardo empezó la sesión:

- Bueno, lo primero, quiero felicitarte porque estás trabajando un montón para mejorar tu autocontrol y has estado muy proactivo durante estas tres semanas. Recuerda lo importante que es el hecho de tomar conciencia de los momentos en que te comportas de forma agresiva, y de sus consecuencias.
- Bueno, supongo que si he sido así durante treinta y cuatro años, no voy a cambiar en dos días.
- ¡Claro que no! Este es un tema que puede llevarte meses, e incluso años.
No te engaño.-Dijo el coach.
- Ya…pero…Ricardo. Yo…
Ricardo percibió algo raro en su tono de voz, y en sus palabras dubitativas.
- ¿Qué me quieres decir, Pedro?
- Esto es confidencial ¿No?-Dijo Pedro.
- Por supuesto, ya lo sabes.
- Verás, hay algo que me preocupa mucho, pero la verdad es que no tiene nada que ver con el trabajo. No sé si contártelo. Seguramente sea una estupidez, …Bah, déjalo.
-Pedro miraba hacia abajo, inquieto.
- Eso que dices, aunque no sea un tema de trabajo, ¿Afecta a tu rendimiento?- Preguntó inteligentemente Ricardo.
- Por supuesto que sí, afecta y muchísimo. De hecho, en las últimas semanas me está matando.-Respondió Pedro.
- Entonces, si tú quieres, es perfectamente normal que lo quieras plantear en el coaching.
Pedro miró directamente a su coach. Se rascó la frente con su mano izquierda, con nerviosismo y entonces decidió abordar el asunto:
- Ya te conté que estoy casado, y que tengo dos hijos.
- Sí, lo sé.- El coach no entendía este comentario, estaba realmente perdido.
- Bueno…pues, es que tengo una amante.

Ricardo trató de controlar su lenguaje no verbal, porque interiormente estaba perplejo. No podía creer lo que estaba escuchando. Y era una sesión de coaching, supuestamente para hablar de objetivos, de habilidades, de acciones para mejorar y avanzar en esos objetivos. Y de pronto los subterfugios del alma humana aparecían de repente. Y era evidente que algo así podía perturbar la concentración en el trabajo de su cliente. Pero la situación provocaba en él enormes dudas sobre si estaba realizando bien su trabajo. No obstante, decidió continuar por el camino que había iniciado su cliente.

Pedro siguió hablando, al comprobar que su coach no se escandalizaba. Al contrario, se sorprendió al ver a Ricardo tranquilo, sin alterarse. Parecía que ya se había encontrado en muchas ocasiones con esta situación en sus sesiones de coaching, pensaba Pedro.
- Sé que no es un tema de trabajo, pero necesito saber qué hacer. Es algo que me tiene totalmente descentrado. Al final dedico mucho tiempo y energía a este asunto, y noto que estoy cometiendo errores infantiles en el trabajo que nunca había cometido. Me tiene realmente preocupado.
Entiéndeme, yo quiero a mi mujer, pero llevamos 6 años casados, y hemos perdido la pasión. Ella se ha ocupado de los niños durante estos años, esa ha sido su prioridad, y no se lo reprocho. Pero yo tengo mis necesidades, ¿Me comprendes? Y apareció en mi vida esta chica, por cierto se llama Susana, y…bueno. Es un ángel, me salvó la vida porque estaba desesperado. Fue hace dos meses. Tiene veintidós años y no puedo dejarla, no puedo. La deseo demasiado. Pero tengo miedo. Tengo miedo de que todo se vaya al carajo, ¿Me comprendes? Todo por lo que he luchado en mi vida: una familia feliz, una carrera profesional brillante, un trabajo que me gusta.
Pedro se levantó nervioso y miró la ciudad al atardecer a través de los grandes ventanales. Aparecían ya las primeras luces en los edificios y en las calles.
Ricardo decidió quedarse en silencio, para permitir que Pedro se desahogara y soltara todo lo que tenía guardado durante los últimos dos meses.

Pedro se volvió interrogante hacia su coach.
- ¿Quieres tomar una decisión?-Dijo el coach.
- Sí…Pero ¿cuál?
- ¿Estás enamorado de esa chica?- Se atrevió a preguntar el coach, consciente de que traspasaba los límites del coaching.
- ¡Yo qué sé! Estoy confuso. Sé que me gusta mucho, que me atrae, que he recuperado la pasión, pero no sé si estoy enamorado, la verdad.
- ¿Qué es lo más importante para ti?-El coach lanzó una de esas preguntas poderosas, esas preguntas que desarmaban a Pedro, que le hacían viajar hacia su interior y rebuscar, en busca de su solución.
Se quedó pensativo, mirando de nuevo hacia los edificios iluminados de la ciudad.
- No lo sé. No sé qué es lo más importante. Supongo que todo. Mi mujer, mis hijos, mi trabajo…pero todo eso sin la pasión que siento por esta chica no tiene sentido. Porque aunque estoy descentrado últimamente, lo cierto es que tengo momentos de euforia y de alegría que hace años no tenía. Pero al mismo tiempo me siento muy culpable, algo me dice que no está bien el doble juego al que estoy jugando. Un juego muy peligroso.
El coach, entonces, pareció salir de su bloqueo mental y volvió su mirada hacia su maletín negro. Decidió extraer de su caja de herramientas un ejercicio, impreso en un par de hojas. Creía sinceramente que podía ayudar mucho a Ricardo. Empezó a explicarle el sentido de dicho ejercicio, y también los distintos pasos. Consistía en reflexionar e identificar cuales eran los valores más importantes para Pedro. Pedro jamás se había planteado esto de manera formal.
El concepto "valores" era algo abstracto para él, e intuitivamente pensaba en justicia, honestidad y palabras similares. Pero una reflexión personal sobre lo que verdaderamente le importaba…eso no lo había hecho jamás. Y una vez más, confió en su coach, a pesar de que no veía ninguna conexión entre el ejercicio y su acuciante decisión.

Ricardo le explicó que después de identificar sus cinco valores principales, debía preguntarse qué significaba cada uno de ellos para él.
Era un ejercicio para dedicarle tiempo y reflexión. Pedro se comprometió a realizar el ejercicio antes de la siguiente sesión, no sin antes preguntarle de nuevo a su coach por la gran decisión.
Ricardo, con amabilidad, le recordó que no estaba allí para darle las respuestas. Y que tal vez el ejercicio de los valores le ayudaría a resolver su particular dilema. Así lo acordaron, y decidieron volver a verse dentro de tres semanas.

Ricardo esperaba que Pedro contactaría con él en varias ocasiones durante ese período, a través del correo electrónico o por teléfono. Ya que estaba en una situación crítica, en un momento de decisión fundamental para su futuro, estaba convencido de que acudiría a él para pedirle de nuevo respuestas, o quizá para resolver dudas sobre el complejo ejercicio que le había encomendado. Sin embargo, Ricardo tampoco tenía todas las respuestas, y se equivocó.
Sorprendentemente, no supo nada de Pedro en esas tres semanas. Decidió enviarle un e-mail a los 10 días, pero Pedro le contestó escuetamente, sin dar pistas sobre su dilema o sus sentimientos. Simplemente le dijo que estaba trabajando en el ejercicio de valores, y que le estaba resultando muy difícil jerarquizar los valores, desde el más importante para él, hasta el quinto más importante. También le escribió que tenía una punta de trabajo y que estaba muy estresado. Entonces, Ricardo decidió dar espacio a Pedro y no agobiarle con más mensajes, esperando a que llegara el día de su tercera sesión.
Ricardo estaba algo intrigado por este silencio, en comparación con la actitud tan demandante de Pedro en el anterior periodo entre sesiones. Pero se concentró en sus otros clientes, que también tenían sus problemáticas, hasta que llegó el día.
(Fin de la segunda sesión de coaching)
Escrito por: Javier Carril
Miembro de Top Ten Management Spain, coach certificado PCC por la International Coach Federation, y mentor de coaches.

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