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Historia de un coach: Autocontrol y equilibrio o como decir las cosas sin crearse conflictos y enemigos (tercera y última sesión de coaching)


- Ricardo, estoy mucho más tranquilo. Gracias por este ejercicio. Me ha hecho pensar mucho, me ha removido de verdad. Y sobre todo, ¡Me ha resultado dificilísimo, joder!
Ricardo estaba inquieto porque no sabía si el ejercicio de valores le había aportado algo a Pedro. Le pilló tan de sopetón el brusco cambio de dirección de su cliente, planteándole un dilema que tenía que ver con su vida personal, y en concreto con un tema tan delicado, que no supo reaccionar. Por eso, había echado mano de sus herramientas, encargando a Pedro la reflexión sobre sus valores. Sin embargo, no estaba nada seguro de lo que se iba a encontrar aquel día. Estaba nervioso.



Entró Pedro con aire menos eufórico, pero sí más sereno, a la sala. Se acercó y estrechó fuertemente la mano de Ricardo con una ligera sonrisa de seguridad.

Ricardo observó expectante a su cliente y le preguntó cómo estaba. Pedro, tras un escueto "bien", extrajo de una carpeta que llevaba en la mano el ejercicio de valores que el coach le había recomendado semanas atrás. Miró a Ricardo y empezó a hablar:

- Ricardo, estoy mucho más tranquilo. Gracias por este ejercicio. Me ha hecho pensar mucho, me ha removido de verdad. Y sobre todo, ¡Me ha resultado dificilísimo, joder!
- Bueno, genial. Me alegro un montón…Cuéntame tus conclusiones sobre el ejercicio.-Respondió el coach más tranquilo.
- Mira. Para mí los cinco valores más importantes son la honestidad, la responsabilidad, la pasión, la salud y el esfuerzo. Pero me ha llegado muy hondo la pregunta que propones al final del ejercicio, sobre si estoy llevando al extremo alguno de mis valores, y cómo esto me podría perjudicar. Te diría que casi todos los llevo al extremo, y que no puedo seguir así. Pero, no sé, al plantearme la reflexión sobre estos valores, me doy cuenta de que estoy actuando muy en contra de mis valores, cada día, cada hora, cada minuto. Y de esto no era consciente hasta que lo he visto reflejado en este papel, en lo que yo mismo he escrito. Es sorprendente.

Pedro cogió aire por la boca, mostrando ansiedad, como si estuviera a punto de tomar una decisión vital. Ricardo prefirió no intervenir y mantener el silencio.

Pedro continuó compartiendo sus reflexiones:
- Estoy engañando a mi mujer. Y también a mis hijos. E incluso casi te diría que también estoy engañando a Susana, la chica con la que estoy saliendo, ya sabes. Y eso choca frontalmente con mi valor más importante, la honestidad. Ese valor que tanto he defendido durante toda mi vida, y más aún en el trabajo, donde me he enfrentado a un montón de mamones hipócritas y falsos, incluyendo mi jefe. Y fíjate, ahora me estoy traicionando a mí mismo. ¿No es patético? Por otro lado, también la pasión es importantísima para mí, y eso es lo que me faltaba y lo que me hizo caer en la tentación, pero claro, cuando me has dicho en el ejercicio que tenía que jerarquizar, para mí es más importante la honestidad. ¡Qué lío! Creo que estoy más confuso que antes de conocerte.

Pero no sé, algo me dice que tengo que tomar una decisión firme.
- ¿Qué decisión quieres tomar?-Intervino el coach.
- Viendo mi escala de valores, no me queda otra que dejar a Susana. No puedo seguir con esta farsa, con esta doble vida. No, no tiene sentido. No me reconozco mintiéndome a mí mismo y luego exigiendo a los demás que sean sinceros. No es coherente, se rompe por todas partes. Mis valores han sido mi más contundente espejo, me ha mostrado quién soy y que el hecho de ser infiel a mi mujer está deformando mi imagen en el espejo. Y eso no me gusta.

Ricardo estaba emocionado mientras escuchaba a Pedro. El enorme autodescubrimiento que había realizado, la gigantesca toma de conciencia sobre su identidad, habían transformado en tres semanas a ese hombre.
A veces, pensó Ricardo, él mismo no se daba cuenta del increíble poder que tenían este tipo de ejercicios de reflexión. Se perdió unos segundos en estos pensamientos, y de pronto se dio cuenta de que Pedro continuaba hablando.

- ¿Sabes algo más? Con este ejercicio también he descubierto que llevo al extremo más radical mi principal valor, la honestidad. Pido a los demás algo que quizá no tengo derecho a pedir, mi altísima exigencia. No sé, quizá se puede ser honesto sin necesidad de decir siempre lo que piensas o sientes. Quizá a veces es necesario ser prudente, y callarse, y no por eso ser un deshonesto. ¿Tiene sentido lo que digo?
- Por supuesto que tiene sentido, Pedro. Sinceramente, te felicito por el impresionante trabajo que has hecho. Son alucinantes los descubrimientos que has hecho, estoy realmente sorprendido.
Enhorabuena.

- No, no. Tú me has ayudado con este ejercicio de reflexión. Nunca me imaginé que en dos sesiones de coaching pudieran cambiar tantas cosas.
¡Había subestimado esto, joder!

Ambos rieron con alegría, y después continuaron conversando sobre cómo iba Pedro a afrontar su decisión de dejar a su amante, que era lo más urgente.

Y ahora pasemos página y trasladémonos a un año después
Aquel proceso de coaching, y en concreto aquel ejercicio sobre la escala de valores, transformaron a Pedro.

Una semana después de la segunda sesión, decidió abandonar a su amante Susana. Ella se resistió manifestándolo a través de constantes y numerosos mensajes al móvil de Pedro. Al final, la mujer de Pedro acabó detectando algo raro en su marido y descubrió los mensajes y la infidelidad, lo que ocasionó un terremoto considerable en la familia. Pero Pedro estaba decidido a reparar la maltrecha relación con su mujer, y estuvo meses pidiéndola perdón, invitándola a cenar y a comer en restaurantes románticos, llamándola mientras estaba en el trabajo para preguntarle cómo estaba.

En ocasiones estuvo a punto de abandonar, porque su mujer no cedía apenas su posición rígida y de reproche. Hasta que poco a poco la relación fue reconstruyéndose. Un año después, habían recuperado una pasión inconcebible antes de que Pedro conociera a Susana. Parecía imposible pero era como si volvieran a sentir sensaciones de los primeros años de recién casados.
Pero eso no es todo. Un año después de aquella sesión con el coach, el equipo de Pedro le percibía de modo muy distinto. Pensaban que se había relajado mucho, y el ambiente era infinitamente más alegre. El miedo de antaño había desaparecido, e incluso algún osado se acercaba en ocasiones al despacho de Pedro para consultarle o preguntarle dudas sobre el trabajo, algo que no sucedía un año atrás.

Pedro suavizó notablemente su comportamiento agresivo y vehemente, debido probablemente a que contemplaba con nuevos ojos la realidad. Incluso mejoró notablemente algunas relaciones enquistadas que tenía con colegas de otros departamentos. El cambio era verdaderamente espectacular.

Pedro se sentía más ligero y con mejor humor tanto en su trabajo como en casa. De vez en cuando se acordaba de Susana, y se sentía triste. Le gustaba mucho, y sintió mucho hacerle daño cuando le comunicó que cortaba la relación. Sin embargo, después de un año, también percibía que había recuperado una pequeña chispa de pasión en la relación con su mujer. Y por supuesto, tenía contacto frecuente con su coach, al que seguía viendo y con quien había forjado una gran amistad.
Por su parte, Ricardo había aprendido a valorar aún más el poder del coaching sobre el cambio de las personas, y el proceso con Pedro supuso un antes y un después en su carrera profesional.
Y aquí termina nuestra peculiar historia sobre el directivo Pedro, su coach Ricardo, su mujer María y su amante Susana. Para cerrar el círculo, por casualidad o causalidad, Ricardo conoció dos años después a Susana, y se enamoraron. Aún siguen juntos, sin saber, inocentes, qué hilos invisibles les unen.

Mensajes del cuento
     ▪ Identificar y jerarquizar los valores personales más importantes es uno de los ejercicios más necesarios que una persona debe hacer para potenciar su autoconocimiento.
     ▪ Es una herramienta de autoliderazgo, y una auténtica brújula interna que te ayuda a guiarte en las decisiones más difíciles de la vida, tanto personales como profesionales.
     ▪ La gran mayoría de los directivos nunca se ha planteado esta reflexión de forma seria y estructurada.
     ▪ Los valores forman parte de nuestra identidad, son lo que nos mueve, lo que nos motiva a actuar en una dirección concreta. Pero a veces, un valor, después de habernos ayudado a alcanzar grandes logros, nos puede limitar gravemente si lo llevamos a niveles de exigencia excesivos.
     ▪ Definir tus cinco valores y tenerlos muy presentes en todo momento te ayuda a orientarte y a canalizar tu conducta hacia tus objetivos prioritarios.

Escrito por: Javier Carril
Miembro de Top Ten Management Spain, coach certificado PCC por la International Coach Federation, y mentor de coaches.

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