¿Has vivido personalmente una de esas temidas entrevistas con tu jefe? ¿Fuiste a quejarte o a resolverle tú el problema?Es posible que alguna vez hayas tenido que ir a ver a tu jefe con la idea de conseguir cambiar algo que no termina de gustarte. Quizás una metodología de trabajo, quizás la estrategia a seguir, o puede que tu situación laboral.
A mi me ha tocado hacerlo varias veces, y durante mucho tiempo sin fortuna. No conseguía casi nunca que se cambiara nada de lo que pedía. La sensación de impotencia era impresionante. Y cada vez que debía hablar con él de nuevo el estrés por encontrar la mejor manera de hacerlo era tremendo.
Pero llega un día en el que consigues salirte con la tuya y cuando te pones a analizar qué hiciste ahora que no hicieras anteriormente te das cuenta de los errores que cometes.
Si este no ha sido tu caso todavía, puede que en un futuro tengas que hacerlo. Así que seguro que te interesará resolver esta gran duda:
¿Cómo hablarle a tu jefe si quieres cambiar algo que no te gusta?
Deja de quejarte
Muchas veces acudimos a ver a nuestros superiores para mostrar nuestro malestar por una situación que no nos parece justa, o nuestra preocupación por algo que vemos que no funciona. Basamos nuestro argumentario en hacerle ver que nuestras quejas están plenamente justificadas. En demostrarle lo mal que funciona una cosa o lo injusta que es nuestra situación.
En pocas palabras, vamos a llorarle un poco, a quejarnos. Y lo que esperamos es que él, como responsable que es, cambie esa situación.
Sin embargo, lo que hacemos actuando de este modo es trasladarle el problema. "Hay algo que no funciona, resuélvemelo tú, que para algo eres el jefe".
¿Y si la solución que elige no es la que tu quieres?
En muchos casos puede que él no vea la necesidad del cambio, o sencillamente no sepa cómo remediar el entuerto en el que le estás metiendo. Así que poca cosa vas a conseguir de tu charla.
En otras, creo que menos frecuentes, es posible que tu jefe se tome en serio el problema que le planteas y busque una solución. Pero… ¿qué ocurre si la solución que elige no es la que tu querías?
Cuando eso ocurre entras en una contradicción, ya que, aparentemente, a pesar de haber resuelto el tema, sigues disconforme.
Así que sólo quejándote no vas a acercarte demasiado al cambio que deseas.
Ofrécele tu solución
En lugar de esperar que sea él quien dé con ella, adelántate tú y ofrécesela.
Plantéale el problema pero demuéstrale que tú ya diste con la solución, y centra todos tus esfuerzos en argumentarla bien. Es probable que si le resuelves el conflicto antes de que haya podido pensar en él y tu propuesta le parece razonable, ya no le dé muchas más vueltas. O, en caso de que lo haga, lo lógico será que las dé alrededor de tu idea, lo cual hará que la solución final se parezca bastante a la que tú deseas.
Con el simple hecho de haber pensado en la solución ya proyectas una imagen mucho más positiva, una actitud proactiva que no se limita a trasladar el problema a otra persona sino que busca resolver por uno mismo la situación.
Merece la pena esperar un tiempo a tener una posible alternativa a tu situación actual antes de empezar a quejarte sin proponer una salida. Y si no logras dar con ella, demuestra que has estado valorando distintas posibilidades y pídele ayuda para definirte por una de ellas.
¿Qué es lo que quieres proyectar?
Cuando hablas de cosas negativas, cuando te quejas, acompañas tus palabras con un lenguaje corporal que transmite esos sentimientos negativos que te provoca tu propio malestar. Se te nota a la legua que no estás contento, que estás de mal rollo, que con tu actitud le estás exigiendo a tu interlocutor una solución a tus problemas.
En cambio, cuando lo que haces es hablar de cosas positivas, acostumbras a rubricar tu discurso con tu emoción. Con la ilusión o el optimismo que te genera creer tener la solución a tus problemas. Si crees en la solución que propones, la vas a defender con entusiasmo y pasión y tu jefe te lo va a notar.
A estas alturas no hace falta que te diga que aquella actitud que es más favorable para persuadir y convencer a alguien es, precisamente, esa emoción positiva. Esa ilusión que transmites al hablar de la solución que propones y que tanto has trabajado.
Así que… ¿todavía tienes dudas sobre qué es lo que te interesa proyectar si lo que quieres es convencerle?
Guárdate un as en la manga
Cuando prepares tu entrevista, tienes que hacer un esfuerzo por detectar los puntos flacos de tu propuesta. Seguro que los hay.
Si hay alguna pregunta evidente que estás casi seguro que te va a hacer cuando le cuentes lo que te propones, déjala sin resolver aposta. Déjale que se piense que te va a pillar y demuéstrale que lo has preparado a conciencia cuando se la respondas en base a lo que te habrás preparado previamente.
Si se lo cuentas todo de entrada corres el riesgo que busque una pregunta mucho más difícil para poder pillarte y desmontar tu idea.
En resumen: nadie quiere que le inunden de problemas. Si hay una posibilidad de resolver algo con una solución rápida y cómoda, mucho mejor. Y la mejor manera que eso ocurra es dándole tú esa solución para que no tenga que buscarla él. No le traslades un problema. Ofrécele una solución.
Autor: Roger Prat
No hay comentarios :
Publicar un comentario