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El cambio de estado de una persona, no le hace cambiar de sus instintos - Fábula


Había una gata en la villa de una familia griega de alto rango que entendía el lenguaje de los hombres y de los dioses. Y que conocía muy bien todos los rincones de la casa y a sus habitantes. En aquellos días de la Edad de Oro en la que los dioses caminaban sobre la tierra y se mezclaban con los hombres ocurrió una vez ...
En un momento ocurrió que la gata se enamoró del hijo menor de la familia, un joven agraciado y que apenas había superado la edad viril.

Desesperada por su situación y la imposibilidad efectiva de ser correspondida por el joven, la gata decidió pedir ayuda a la diosa del amor Afrodita para que ésta la hiciese su mujer. La gata, rogó y rogó a la diosa durante meses, pues de todos es sabido que los dioses no responden a los que no persisten y al fin, la diosa, compadecida de su intenso deseo, la transformó en una bella doncella.


Los hechos ocurrieron deprisa y la sensual gata, bajo la apariencia de una seductora mujer, no tardó en despertar en el joven griego un intenso deseo. La historia discurrió como puede suponerse y terminó en la alcoba del joven.

Tras el amor, los jóvenes se quedaron dormidos y Afrodita que había seguido, intrigada, toda la historia, quiso saber si con el cambio de naturaleza de la gata había ésta mudado también de carácter, por lo que decidió despertar a la joven y soltar al mismo tiempo un ratón en el centro de la alcoba.

Lo que ocurrió a continuación fue que la mujer-gata, olvidándose de su condición presente, saltó con agilidad del lecho y dio caza al ratón.

Entonces la diosa, indignada, la volvió a su estado original.
Jean de La Fontaine: Aunque se mude de condición y de estado, siempre se conservan las costumbres primitivas

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