Como un apestado, sin un minuto, sin una razón, recoge sus escasas pertenencias y se dirige hacia la puerta, ante la mirada asustadiza de los compañeros que están al tanto de la situaciónTras diez años de trabajo en una importante empresa, con un buen rendimiento y aportando resultados, a mi amigo Francisco (nombre ficticio en el relato) le han despedido hace un par de semanas. Sin ningún aviso por parte de sus jefes, sin sospecharlo, sin que hubiera un ERE en una empresa que da beneficios, se le presentó una persona de recursos humanos a decirle que firmase su carta de despido.
Sin entender la situación, pensando que se trataba de un malentendido, Francisco se persona en el despacho de la responsable de su departamento, a preguntar por la carta de despido. "¿Cómo es posible?"
- "Lo siento. Pensé que no te lo iban a comunicar tan pronto… No ha sido culpa mía. No tengo nada contra ti. Ya sabes que hay una guerra entre distintos departamentos y hasta se ha cuestionado mi cargo. Pero lo tuyo no es definitivo… Uff… Déjame que lo mire. Creo que todavía se puede hacer algo… Yo no esperaba que la decisión fuese tan precipitada".
Balbuceos, argumentaciones inconexas, divagaciones, todo menos afrontar la realidad de cara y tratar de ser constructiva.
Horas después, mientras Francisco trata de entender lo que está pasando y busca en su comportamiento pasado algún error, algún comportamiento inapropiado con su jefa o con algún directivo de la compañía, se vuelve a presentar la responsable de recursos humanos: "Tienes que recoger tus cosas y marcharte ahora", le espeta.
- "Pero si mi jefa me ha dicho que no es definitivo, que lo están hablando".
- "No hay nada que hablar. Si te ha dicho eso, te está engañando. La decisión está tomada, está firmada por el consejero delegado y por tu jefa. Lo siento, pero tienes que marcharte. Ahí tienes una caja para guardar tus cosas".
Aún afectado por el ‘shock’, descubre que ha perdido la conexión con la intranet de la empresa y que no tiene acceso "ni a sus propios archivos" Como un apestado, sin un minuto, sin una razón, Francisco recoge sus escasas pertenencias y se dirige hacia la puerta, ante la mirada asustadiza de los compañeros que están al tanto de la situación.
Francisco sabe que el despido es improcedente y no entiende la miserable conducta de los responsables, más propia de una película americana que de un país civilizado.
- ¿Hay alguna razón para que quienes toman las decisiones, no asuman sus consecuencias ante los afectados?
- ¿Hay alguna razón para que se parapeten tras los responsables de recursos humanos al comunicar un despido?
Esconder la cabeza y salir corriendo como una rata cuando hay que dar malas noticias retrata a los malos gestores… y malas personas. ¿Tanto cuesta dar una explicación, ser sincero y tratar de orientar a quien deja ese puesto de trabajo?.
Escrito por: @AntonioOlivie
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