El concepto que se nos transmitía es que nosotros éramos la empresa. De nuestra intención colaborativa dependía el éxito y crecimiento del negocio. Éramos importantes y nuestras ideas, por muy peregrinas que pudieran parecer, podían servir para alcanzar los objetivos. De manera que debías estar constantemente teniendo ideas relacionadas con el negocio, te pasabas el día pensando en el trabajo... ¡vivías en una versión del mundo Google sin saberlo!.
Si tuviera que elegir una palabra que condensara el espíritu empresarial de la década pasada sería, sin lugar a dudas, PROACTIVIDAD. El de proactividad es un término acuñado al calorcito de las "vacas gordas" cuando las empresas contrataban gente, los clientes pagaban por los productos y todo fluía con una inercia poco estratégicaPero ese tiempo pasó y de repente la proactividad, para algunas empresas, ya no siempre significaba tener un espíritu crítico y creativo constante sino simplemente limitarse a asumir la estrategia impuesta por la empresa. De repente, sugerir que el camino que se proponía tomar estaba alejado de las necesidades del mercado o de las novedades de los competidores pasaba de ser Proactivo a ser ¡Subversivo!
Total, que el trabajador pasó del mundo Google a Mordor. La confusión se empezó a apoderar del espíritu creativo y la seguridad del puesto pudo más que las filigranas de los "brainstorming". La contradicción en estado puro.
Y ¿cómo puede pasar esto? os preguntaréis. Muy simple, porque el término proactividad no existe. La RAE no lo contempla, no lo ha incluido en el diccionario, aún. Así que, desde aquí propongo que, para la próxima actualización del diccionario, se incorpore con la definición que más apoyos reciba:
a) Aquella relativa al espíritu crítico e innovador, o
b) La referente al apoyo sin fisuras a la política impuesta por la empresa
Autor: Mercedes de la Rosa
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