No es habitual que uno de esos "objetos malditos" de los que hablan las leyendas se pueda ver y hasta tocar.
Esto es lo que ocurre con el llamado Sillón del Diablo, datado en el siglo XVI, que hoy se encuentra en el Museo Provincial de Valladolid.
...cuando se sentaba en el sillón entraba en trance, percibía luces sobrenaturales y eso le ayudaba en el diagnóstico de la enfermedad de un paciente y en la curación del mismo.
El periodista Ángel del Pozo, en su obra La cripta sellada (2007), cuenta que todo tiene que ver con un proceso inquisitorial que incoaron al médico Andrés de Proaza, de orígenes judíos, del que pronto empezaron a correr rumores de que tenía tratos con el diablo, que sus conocimientos tenían más que ver con un pacto satánico que con sus años de práctica de la medicina y el remate final fue la acusación de la desaparición de un niño que fue visto por última vez cerca de su casa.
La Inquisición se toma en serio esos rumores, entra en su vivienda, registran el sótano y encuentran al niño desaparecido ya muerto y con signos evidentes de haberle practicado la autopsia.
Las autoridades le encarcelan, le torturan y confiesa todo. La excusa es que quería conseguir la cátedra de medicina a toda costa y para ello no reparó en gastos ni en escrúpulos morales. Y habla de un "sillón frailero", llamado así porque eran frecuentes en los monasterios, que se lo había entregado un nigromante de Navarra en agradecimiento por haberle salvado de la Inquisición en 1527, ocultándole en su casa.
Un sillón maldito
Llega a admitir que cuando se sentaba en el sillón entraba en trance, percibía luces sobrenaturales y eso le ayudaba en el diagnóstico de la enfermedad de un paciente y en la curación del mismo. Añadió que, tal como le dijo su amigo el nigromante navarro, el sillón tiene asociada una maldición. A saber: nadie más que un médico titulado se puede sentar en él sin peligro alguno. Si lo hace otra persona, morirá a la tercera vez que lo haga de un fulminante síncope, al igual que aquel que lo intentara destruir.
El licenciado Proaza fue ejecutado y el sillón olvidado en un sótano de la Universidad de Valladolid hasta que un día, corría el siglo XIX, un bedel de la Universidad, que no sabía nada de nada de esta leyenda, descubrió el desvencijado sillón en una esquina. Estaba cansado tras una jornada agotadora y decidió reutilizarlo en sus momentos de espera entre clase y clase. A los tres días apareció muerto, como dormido, sentado sobre él…
Publicado por: Jesús Callejo Cabo
No hay comentarios :
Publicar un comentario